El resurgir de una camaradería

Hace ya algunos años, tantos que a mi decrépita mente le cuesta concretar, tenía un grupo de “amigos de juego”. Los “amigos de juego” no son lo mismo que los amigos. No son ni mejores ni peores, simplemente son amigos que comparten tus aficiones y con los que de vez en cuando se queda para jugar y echar unas partidas, algunos cubatas y muchas risas. Fueron muchos años derrotando enemigos a puntapiés, ganando torneos de fútbol, conquistando reinos, gestionando los principales clubes de la primera división española o, simplemente, riéndonos de todo lo que nos rodeaba con unas copas y buena compañía. No teníamos ni un mísero duro, y nos costaba horrores encontrar un sitio para juntarnos y despistar a nuestras por entonces novias para poder pasar una noche juntos “matando marcianos”. Pero lo hacíamos, y disfrutábamos de esos momentos tan a fondo como si fuese la última vez que nos íbamos a juntar.
Un día determinado, todo acabó. La vida nos llevó por derroteros distintos y nuestros caminos se separaron. Nos veíamos muy ocasionalmente, quedábamos alguna que otra vez para cenar y cada uno siguió una ruta diferente alejado del mundo de los videojuegos. En ese momento comencé a jugar solo, y aunque disfrutaba de mis partidas en solitario jamás olvidé a mis camaradas y esas noches llenas de risas, confidencias y diversión.
Hace aproximadamente un año, y debido a un motivo por el que jamás me hubiera gustado verlos de nuevo, nos volvimos a reunir. Nos habíamos visto otras veces, pero ahí los tres nos dimos cuenta lo tontos que habíamos sido y el tiempo que habíamos desperdiciado. Prometimos volver a juntarnos, cenar más a menudo y mantener la amistad algo más cercana. Lo cumplimos, aunque la estrechez de nuestras agendas -sobre todo la mía- impidió que quedáramos todo lo que nos hubiese gustado. Aun así, seguíamos siendo amigos, que es lo verdaderamente importante.
Precisamente dos semanas atrás nos volvimos a reunir en la misa de una grandísima persona a la que todos queríamos mucho. Aunque todos estábamos algo serios, uno de mis amigos se me acercó para mantener una conversación mientras se preparaba el evento:
-Mi amigo: Hey tio, ¿Vas a pillar el Star Wars Battlefront de PS4?
-Yo: Que va, odio los shooters en tercera persona. Soy un paquete y no me divierten
-Mi amigo: ¡Tío, es Star wars! ¡Podemos llevar Tie-fighters! ¡Tu y yo contra la rebelión!¡Como en los viejos tiempos!
-Yo: Voy reservándolo en Amazon…
Ahí me tenéis. Un tío que lleva 30 años jugando videojuegos, que tiene claras sus preferencias y lo que espera del medio, comprando un videojuego de un género que nunca le ha gustado. Si, manejar tie-fighters y pelear contra la rebelión está bien, pero no ha tenido nada que ver con el arrebato consumista. Ese “¡Tu y yo contra la rebelión!¡Como en los viejos tiempos!” ha sido la fórmula de marketing más efectiva que cualquier compañía de videojuegos podría haber utilizado. Como en los viejos tiempos, con mis “amigos de juego”. Juntos otra vez…
Y así estaba hoy, esperando como un niño pequeño la llegada de “Star wars battlefront” paraPlaystation 4, cuando uno de mis amigos me ha escrito para comentarme que están solos en casa, ya que sus mujeres los han abandonado unas horas. Unas horas en las que van a quedar para echar unas partidas y pasar un buen rato. Y me preguntan que si me apetece ir…
¿Que si me apetece ir? ¡Llevo AÑOS deseando algo así! Al día siguiente tengo boda en otra comunidad, pero esa noche de vicio del viernes no la perdono. Ya tendré tiempo de descansar camino al convite. Una reunión de “amigos de juego” repartiendo tiros y risas no ocurre todos los días. Ojalá así fuese. Como en los viejos tiempos…
Aún no hay comentarios, ¿quieres añadir uno?
Escribir comentario